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María Eugenia Álvarez: la enfermera de Longchamps que cerró los ojos de Eva Perón

En un trabajo realizado junto al periodista e historiadores Daniel Parcero, se cuenta la vida de quien cuidó a Eva hasta último momento.

Por: Federico Gastón Guerra*

La historia comenzó en la estación Longchamps hace unos pocos años. Allí lo esperé al periodista, escritor e historiador Daniel Parcero con quien fuimos hasta la casa cercana a las vías donde entrevistamos a María Eugenia Álvarez, quien en ese momento en julio de 2019 tenía 92 años, la enfermera que cuidó a Evita hasta su último instante de vida: «Le cerré los ojos a Eva Perón», afirmó.

Llegamos a su encuentro por la intermediación de Oscar Méndez, hijo de Rosalía Figueredo de Méndez, quien fuera delegada de la ATE del Hospital Centenario en Gualeguaychú, perseguida por la Revolución de 1955 y militante social en Victoria, Entre Ríos.

Con esa extensa charla se realizó un cuadernillo que se presentó en ATE Nacional en el marco de la colección de la colección Forjadores de la Salud. Colección periódica del Instituto de Estudios sobre Estado y Participación.

En el ejemplar sobre su vida se lee que la enfermera María Eugenia Álvarez, de 92 años, al dialogar con los autores fluyó en sus recuerdos como si todo hubiera ocurrido hace un instante: «Ese todo fue la muerte, consecuencia de un cáncer, que padecía Eva Duarte de Perón, el 26 de julio de 1952», se lee.

Álvarez afirmó que «momentos antes vi sus lágrimas. Serían, sin saberlo, sus últimas lágrimas, ¿hacia dónde irán?’. Recordé que debajo de la almohada estaba su pañuelo. Lo saqué y sequé aquellas gotas, pero no opté por ponerlo otra vez debajo de la almohada sino que lo guardé en mi bolsillo. Hace un tiempo decidí dejarlo donde debe estar, en el Museo Evita».

«Aquella partida -agrega la enfermera- no fue como el caso de otros enfermos, sino como un dormitar. Hasta que dejó de latir el pulso. Se había ido en paz, para quedarse.»

La Primera Dama tenía 33 años y oficialmente a las 8.25 fue la «hora en la que Evita pasó a la inmortalidad» vociferaba la radio en luto obligatorio. Antes, la enfermera congeló para siempre en su recuerdo ese instante en que «le cerré los ojos a Eva Perón».

En el texto publicado la enfermera recuerda cuándo debió llamar al doctor Ricardo Finochietto,
que se encontraba en la habitación contigua, quien se
apersonó y le tomó el pulso. “Que momento tan fuerte
para mi. Verla serena como un ángel bello que descansaba
en paz. Aquella partida no fue como el caso de otros enfermos, sino como un dormitar. Hasta que dejó de latir el pulso. Se había ido en paz, para quedarse”.

Deber

Álvarez inició su carrera cuando aún no existía la Escuela de Enfermeras «7 de mayo» (día del cumpleaños de Evita) creada por la Fundación Eva Perón en los albores de 1948. Ya en 1950 a María Eugenia la solicita una monja del Hospital Rivadavia y le dice que el Director la buscaba.

En su despacho el doctor Jorge Bengolea la notificó que la pasaría a buscar un coche oficial que la llevaría a cuidar a la esposa del Presidente de la Nación.

En la extensa entrevista detalla que «yo cuidé a Eva sin creérmela y no soy figura política, sólo
una enfermera más de la patria. Aprendí que había que ser
muy humano, dejar lo de uno como profesional. También,
a ser humilde y responsable para crecer y poder ayudar. Me
siento en paz porque cumplí con mi deber”.

Para leer el trabajo completo ver en:

LABRADORA DE LA SALUD POPULAR | MARIA EUGENIA ALVAREZ

* el autor es periodista, escritor, investigador e historiador

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