Hace 103 años Enrique Telémaco Susini y un grupo de locos cortaban la cinta e inauguraban las transmisiones radiales en la Argentina, habla hispana y Latinoamérica y el mundo. Por: Federico Gastón Guerra.
Un 27 de agosto de 1920 emitieron la obra Parsifal, de Richard Wagner, por radio.
Voces entrecortadas y ruidosas llegaban a cada hogar y se metían como flechas en los pocos receptores que había en Buenos Aires. Y así las palabras y la música comenzaban a ser parte del aire, y nadie entendía demasiado esa especie de magia nueva que atravesaba muros de concreto sin ser vista.
En las décadas de 1920 y 1930 la programación era entre conciertos, obras de teatro, un poco de humor con el dúo Buono Striano y algún que otro Boletín Sintético bajo el auspicio de Cafiaspirina o aceite Ricoltore.
Después, en los ’40 y ’50 las broadcasting emitieron radioteatros (género hechos para ser leído en el micrófono) reflexión, serenatas telefónicas con Gregorio Barrios y enlaces desde Radio Belgrano a todo el país. Como lo anunciaban las voces del Teatro Relámpago Federal y los actores de Chispazos de Tradición.
En los ’60, y ya con la televisión como centro de escena, la temática cambió. Fontana
con su Fontana Show y Larrea en los albores del interminable Rapidísimo les dieron a
las emisoras aires de cambio. Todo chiquito breve y conciso, sin desperdiciar un minuto, parafraseando a Hugo Guerrero Marthineitz y su Show del Minuto.
Los ’70 y el deporte como cabalgata informativa, con la voz de Muñoz, Macaya Márquez y los motores al rojo de ese Coche a la Vista que dejaba sin palabras cada vez que se gritaba: atento Fioravanti. Aunque entre tanto ruido de pelota, las voces sensuales de Nora Perlé, y el Tren Fantasma de Omar Cerasuolo invitaban a encender la radio para compartir momentos…
Los ’80 y la llegada de las FM, con más música y mejor calidad técnica, que dejó sin efecto a la tan utilizada música funcional. Locutores con voces melosas, preferentemente de mujeres. Eso sí, Mañanitas Nocturnas y la Gallina Verde dejaban en su lugar a la AM, entre Jorge Vaccari y los comienzos de Alejandro Dolina, los programas se hacían para
escuchar… Y para vibrar en aquellos goles de un tal “Barrilete cósmico” hechos por el 10 y
decorados por Víctor Hugo.
En los ’90 la radio pasa a ser estrictamente para periodistas, y con otra forma de producir y
de parar La Oreja, parafraseando a Quique Pesoa y sus tardes de Rivadavia. También nacen
con enorme fuerza las FM barriales que con poco y nada emiten las voces del vecino y sus
problemáticas, sueños, anhelos y realidades.
Y en los últimos 30 años comenzaron a estar en el éter las radios comunitarias, campesinas, populares, sindicales, cooperativas, de salud mental (Colifata), villeras, vecinales, de pueblos originarios, de instituciones como INTA RADIO u organizada por estudiantes, inmigrantes. Las hay en formato Podcast, vía Internet con club de oyentes o aportes de socios.
En 2023, a más de un siglo de su primera emisión, la radio puede escucharse desde casi cualquier formato, pero están intactas las locuras y las ganas de aquellos locos de la azotea.
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Del libro Mañana es tarde. De Federico Gastón Guerra. Editorial El Señalador. De reciente aparición.