“Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica” nos legaba el chileno Salvador Allende y posiblemente no se haya equivocado. Es posible pensar que la equivocación, surge de adjudicarle el monopolio de lo revolucionario a los ideales de izquierda.
Hoy la Juventud, esa que por diferentes factores socioculturales se prolongó bastante, parece haber abandonado las banderas rojas con las que marchó generación tras generación, para abrazarse con fuerza a las ideas de un liberalismo de derecha que rechaza el Estado, la Política y posiciona el debate desde las perspectivas individuales.
Cómo todo proceso de construcción ideológica, el nuevo liberalismo no escapa de su contexto histórico y social. En Argentina, surge tras cuatro décadas en que el Estado, sacando pequeños intervalos, no ha sabido dar respuestas a la necesidad de la gente. No solo, no ha servido para transformar positivamente la realidad, sino que la ha deteriorado notablemente, de manera inversamente proporcional a su crecimiento desmedido.
Allá lejos van quedando las generaciones que a lo largo del mundo han visto el Estado como garante de un equilibrio socioeconómico que permitió salidas relativamente pacíficas a las crisis del capitalismo o a las épocas de posguerra.
El individualismo fue ganando espacio entre nosotros, se fueron abandonando las participaciones en todo tipo de asociaciones colectivas, las instituciones intermedias fueron decayendo hacia la irrelevancia, a cambio, el de al lado pasó a ser un competidor y muchas veces, hasta un enemigo.
Se empezó a tener una visión negativa del Estado, la más grande organización colectivas dentro del territorio, donde confluyen todos los credos, razas, estratos sociales, minorías, etc.
Este viraje de lo colectivo a lo individual, no podría ser posible sin aquel “sálvese quien pueda” que nos legó el neoliberalismo de los 90, donde empezamos a ver al de al lado como un competidor y donde la realización personal se concentró en el éxito económico, incluso sin importar los medios.
Todos de alguna manera sentamos las bases de esta realidad que hoy atravesamos, pero no hay que ser drásticos, estas ideas de hoy seguirán creciendo, luego se estancarán y comenzarán a declinar, claro, no sin antes, dejarnos una sociedad, aún más individualista, más egoísta y centrada en lo material, con “Personas Estado” luchando los unos contra los otros para garantizarse sus necesidades.
No hace falta esperar al 22 de octubre o a un eventual balotaje, para conocer los resultados que dejaron en la sociedad Argentina el capitalismo salvaje, la banalización de la corrupción y la mala administración paternalista de los gobiernos populistas. Gane quien gane, eso no importa, como sociedad nos habremos alejado, sin duda, del camino que nos conduce a la construcción colectiva de una libre e inteligente sociedad humana como nos marcaba Juan B. Justo.