Una mujer sobreviviente de varios centros clandestinos de detención de la última dictadura cívico militar relató hoy ante el Tribunal Oral Federal 1 (TOF1) de La Plata, la dolorosa lucha que tuvo que encarar tras ser liberada y con la ayuda de Abuelas de Plaza de Mayo para lograr la restitución de sus dos hijos apropiados como «botín de guerra» por el gobierno de facto, María Eugenia, de entonces 1 año y 4 meses y Felipe, de 4 meses.
Se trata de Ana María Caracoche (77), quien se definió a sí misma ante el TOF 1 que investiga los crímenes de lesa humanidad cometidos contra casi 500 víctimas, como «secuestrada, detenida desaparecida, torturada y exdetenida desaparecida».
La mujer contó que su primer padecimiento se dio en marzo de 1977, cuando «desaparece mi hija María Eugenia Gatica Caracoche, de 1 año y 4 meses, cuando la secuestran junto al matrimonio Abdala y Sabino, y el hijo de éstos, en el barrio platense de Los Hornos».
«Un mes después me secuestran a mí, en abril de 1977, en la ciudad de Berisso, cuando estaba con mi hijo Felipe de 4 meses. Para secuestrarme me quebraron un brazo y así me llevaron hasta el centro La Cacha», relató Caracoche, y detalló que ya en ese lugar fue «torturada en el brazo y en las piernas».
«Nadie imagina lo terribles que son las condiciones de detención cuando uno pierde la libertad; sólo el que pierde la libertad sabe lo que eso significa», enfatizó visiblemente angustiada.
Ana María fue trasladada luego al Pozo de Banfield, donde compartió cautiverio con otras mujeres cuyo nombre enumeró ante el Tribunal: «Vi a Adriana Calvo con su hijita Teresita, a Silvia Vaencia, Cristina Navajas, Alicia D Ámbra, María Garín y Eloísa Castellini, que creo tuvo un hijo en el piso de la celda».
Luego contó que tras estar un mes detenida fue liberada y debió buscar a sus dos hijos apropiados: María Eugenia, que tenía 1 año y 4 meses y Felipe, de 4 meses.
«Los chicos eran botín de guerra de la dictadura, eso quedó claro desde el comienzo», dijo rotunda la mujer que, tras vivir en la clandestinidad hasta 1980 y lograr luego exiliarse en Brasil, se contactó con Abuelas de Plaza de Mayo, quienes la ayudaron a localizar y recuperar a sus dos hijos.
«Felipe desapareció con 4 meses y volvió con 8 años. Cuando vuelven (los hijos recuperados) a la familia eso es un momento que no se puede explicar, es un reconocimiento profundo. Felipe venía, me abrazaba, me apretaba y pasaba su cabeza por mi pecho. Eso es encontrar la identidad. Por eso digo a aquellos que perdieron la identidad que no tengan miedo en conocer su verdadera historia», relató emocionada.
En septiembre de 1984 Ana María y Oscar Gatica, su esposo, lograron la restitución de Felipe, sin resistencias. No ocurrió lo mismo con María Eugenia.
«Entre todas las fotos que llegaban a diario a Abuelas, un día encontré una que me dijo que era ella», contó Ana María.
María Eugenia había sido inscripta como hija propia de un comisario de la policía bonaerense y recién pudo ser restituida en septiembre de 1985.
«Volvió (María Eugenia) con 9 años», remarcó Ana María y destacó que «la historia de vida que conté aquí es una historia rescatada de la memoria y es muy difícil de hacer. Mi testimonio, para la historia de Latinoamérica es un punto; para mi es toda mi vida».
«Decir la verdad no es venganza, es justicia. Por los 30 mil desaparecidos presentes», concluyó su testimonio.
Además, durante esta jornada se oyó el testimonio de Eduardo, Ricardo y Gerardo D´Ambra, hermanos de Carlos y Alicia, secuestrados y desaparecidos en la última dictadura militar. La mujer fue vista en el Pozo de Banfield.
En sus declaraciones, los tres hermanos lamentaron el tiempo que demoró la justicia en iniciar este juicio ya que, destacaron «acá tendrían que estar nuestros padres, ya fallecidos, que son quienes iniciaron las averiguaciones y hablaron por todos lados para encontrar a Carlos y a Alicia».
«Recuerdo la canción ´Honrar la vida´ y puedo decir que mis dos hermanos, en los pocos años que vivieron, honraron la vida, lo hicieron y tuvieron que vivir el atropello indecible por parte del Estado», dijo Eduardo D´Ambra.
El TOF 1, integrado por Walter Venditti, Esteban Rodríguez Eggers y Ricardo Basilico, juzga por los delitos cometidos en el Pozo de Banfield y el Pozo de Quilmes al ex ministro de Gobierno bonaerense durante la dictadura, Jaime Smart; al exdirector de Investigaciones de la Policía bonaerense, Miguel Etchecolatz; el exmédico policial Jorge Antonio Berges y a los imputados Federico Minicucci; Carlos María Romero Pavón, Roberto Balmaceda y Jorge Di Pasquale.
También empezó a juzgar a Guillermo Domínguez Matheu; Ricardo Fernández; Carlos Fontana; Emilio Herrero Anzorena; Carlos Hidalgo Garzón; Antonio Simón; Enrique Barré; Eduardo Samuel de Lío y Alberto Condiotti.
Por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el centro conocido como «El Infierno» también están imputados Etchecolatz, Berges y Smart y el ex policía Miguel Angel Ferreyro.
Por los crímenes en el Pozo de Banfield y Quilmes, dos de los centros clandestinos de detención más grandes que funcionaron en la provincia de Buenos Aires, se juzgan los delitos sufridos por 429 víctimas y se prevé que declaren unos 400 testigos.
Por los delitos cometidos contra 62 víctimas en el centro conocido como «El Infierno», que funcionó en la Brigada Lanús, es juzgado también Etchecolatz, el civil Jaime Smart, el ex represor Juan Miguel Wolk (también juzgado por ambos Pozos) y el ex policía Miguel Angel Ferreyro.