
El final de la Segunda Guerra Mundial encontró a las potencias más importantes del mundo disputándose los científicos y técnicos del 3° Reich. Argentina, un país que había acumulado enormes riquezas durante la conflagración, terció en esta disputa. Detrás de esta búsqueda se encontraba el general Juan Domingo Perón quien tenía gran interés en traer técnicos, profesores universitarios e ingenieros con el fin de desarrollar la industria nacional.
Por: Jorge Abalo*
Es así que Kurt Tank, un notable ingeniero y piloto de prueba alemán, quién desarrolló los más modernos aviones a reacción del 3° Reich, es traído a Argentina para trabajar en la construcción del prototipo aéreo: El Pulqui II, en el Instituto Aerotécnico de Córdoba, junto a él, arribaron al país, cerca de 200 ingenieros alemanes más.

En 1948, el ingeniero Tank recomendó a Perón que incluyera al físico austriaco Ronald Richter en plantel de técnicos y científicos alemanes al servicio del gobierno peronista. Richter llega al país el 24 de agosto de 1948. El científico le propuso a Perón quien una forma de producir energía mediante el proceso de la fusión en forma controlada utilizando energía atómica. Richter le aseguró que las reacciones termonucleares de fusión brindarían energía virtualmente ilimitada y barata.
Así, Perón entrega $6000 millones (unos 800 millones de dólares de esa época) para avanzar con esta idea que hasta el momento ningún país del mundo había logrado, y sabía que quien obtuviese esta tecnología estaría adelantado por décadas a los demás países.
El proyecto atómico se puso en marcha en un laboratorio de Villa del Lago, Córdoba. Pero Richter, que sufría de paranoia, sentía que los estaban espiando y saboteando, convenció a Perón de trasladar el laboratorio a un lugar más aislado. El elegido por el científico fue la Isla Huemul de apenas de 60 hectáreas de extensión, ubicada sobre el lago Nahuel Huapi, a 7 km. de la ciudad de Bariloche.
Debido a los gastos que demandaba este proyecto, los que no podían justificarse más como gastos reservados, Perón firmó el decreto 10.936 que creaba la Comisión Nacional de Energía Atómica.
En Mayo de 1950 se comenzó a construir el reactor de Richter en la isla.

Se trataba de un monumental cilindro de hormigón de 12 metros de alto por otros 12 de ancho. La isla se transformó en el primer centro de fusión nuclear del mundo. Una vez finalizada la obra, Richter, para sorpresa de todos, la hizo demoler porque entendía que había una pequeña falla que comenzaba a agrietarse y mando a reconstruirlo a 20 mts. de profundidad, aunque después lo hizo rellenar. Finalmente, las obras del proyecto Atómico Huemul que demandaron enorme cantidad de dinero y equipamiento, concluyeron a fines de 1950.
La personalidad maniática de Richter provocó que el científico le pidiera al presidente, protección a la isla y un plan de seguridad extrema a fin de evitar espionaje.
En febrero de 1951, el coronel Fox nuevo jefe de la guarnición militar de Bariloche, consideró oportuno inspeccionar la misteriosa isla, pero el científico, empeñado en mantener un hermético secreto, hizo expulsar al militar a punta de pistola, situación crítica en la cual tuvo que intervenir Perón arbitrando a favor de Richter, otorgándole poderes presidenciales dentro de la isla Huemul. El proyecto era una causa por lo que el presidente había apostado todo.
En marzo de 1951, forzado a mostrar los resultados que le requería Perón, le comunicó que los experimentos habían tenido éxito y el gobierno realizó un pomposo anuncio que cubrió los titulares de los diarios locales e internacionales: El 16 de febrero de 1951 en la Planta Piloto de Energía Atómica en la Isla Huemul, de San Carlos de Bariloche, se llevaron a cabo reacciones termonucleares bajo condiciones de control en escala técnica. Es un nuevo sistema que trata como, dice Richter, de encender soles artificiales en la tierra, comentaba Perón a la prensa.
El 28 de Marzo de 1951 Perón le hizo entrega de la máxima condecoración de la Argentina peronista nombrándolo Dr. Honoris Causa por la liberación controlada atómica.
Pero los meses pasaban y Perón no recibía nuevos resultados tangibles y el delirio de persecución por el que pasaba Richter provocaron desconfianza en el Coronel González quién hizo investigar a Richter por dos expertos, quienes expresaron grandes dudas sobre la seriedad de las investigaciones del científico austriaco. Así, en febrero de 1952 el Coronel le planteó todas sus dudas a Perón sobre Richter.
Perón accede a crear una comisión de expertos encabezada por el doctor José Balseiro. En septiembre viajaron a Huemul y tras presenciar media docena de experimentos, la opinión de la comisión fue lapidaria: El resultado de la demostración, desde el punto de vista de la experiencia nuclear para la que fue desarrollada, fue de resultado netamente negativo. Se observaron radiaciones pero su origen no era reacción nuclear sino por campos eléctricos. El Dr. Balseiro y el Ing. Bancora calificaron de farsa l trabajo de Richter.
Aunque Richter tuvo una nueva oportunidad nunca pudo demostrar que su experimento funcionara y a fines de noviembre de 1952, tuvo que dimitir. Perón le quitó su apoyo y el proyecto Huemul se dió por concluido.
El físico partió en silencio a su nuevo hogar, un chalecito ubicado en la esquina de las calles Brown y Berasain, de la ciudad de Monte Grande. Una vez aquí, hizo vida de jubilado y se paseaba en su Cadillac descapotable obsequiado por Perón, mostrando orgulloso su distintivo peronista en los bares de la estación.
Cuando Perón regresa al país en el ’73, alguien intenta resucitar el proyecto pero el general no quiso saber nada. Entonces Richter apareció con un nuevo invento, un catalizador universal, que presentó ante empresarios potencialmente interesados pero que resultó ser otro fiasco.
Ya retirado, el científico fue entrevistado por periodistas en más de una oportunidad, pero cuando aceptaba el reportaje lo hacía bajo una condición innegociable: tenía que ser en alemán o en inglés. En castellano no hablo porque es un idioma de monos colgados de las palmeras, protestaba.
Richter breve
El jefe del proyecto Huemul nació en 1909 en la ciudad de Falkenau, Austria. Se doctoró en física en Praga, luego se mudó a Berlín y en los años de Hitler trabajó sin problemas para el régimen. Pero no era un nazi de corazón, se defiendía. Ya casado con Ilse, una filóloga que hablaba 5 idiomas, se mudo a París una vez finalizada la guerra. Allí recibió el llamado desde Argentina. Luego del fracaso de la isla Huemul, vivió en Monte Grande hasta su muerte, ocurrida en 1991.
Misceláneas
De origen germano, Richter habría nacido el 11 de octubre de 1909 en Falkenau an der Eger, durante el dominio austroungaro de está región de los Sudetes Checos que es actualmente parte de la República Checa (dónde fue conocida hasta 1948 como Falknov nad Ohri y luego renombrada Sokolov).
Diferentes fuentes atribuyen a Richter la nacionalidad austriaca o alemana. Trás la derrota de Adolf Hitler en 1945 emigró a Argentina, donde tomó la ciudadanía de dicha nación. Esta nacionalidad fue obtenida cuando el Presidente Juan Perón dejó de lado leyes Argentinas.
Cuando Richter trabajó en Alemania en el período 1939-1943 conoció a Kurt Tank, un reconocido ingeniero aeronáutico, y más tarde emigró a Argentina, ayudado por el gobierno del General Perón, dentro del plan de industrialización y armamento militar de la nación, bajo el nombre falso de Pedro Matthies.
Richter recibió en el Salón Blanco de la Casa Rosada, la medalla de la Lealtad Peronista y el título Honoris Causa de la Universidad de Buenos Aires. En 1952 cuando se descubrió que todo era una farsa tuvo que devolver la medalla y el título.
Datos sobre su morada en Monte Grande
Sobre su paradero en nuestra zona, un periodista en una entrevista realizada en 1984 cuando Richter tenía 75 años, dice que «vivió en un chalet con frente de lajas, inconcluso, con persianas deterioradas y bajas y un living austero, la cocina en penumbras- un tanto franciscana.
Compró un chalet en Monte Grande en 1954 y vivió como un jubilado más en las calles Almirante Brown y Berasain, con 75 años bohemio y vivía con su esposa Aberdt, su gato y sus perros, le decían sus vecinos «el alemán loco» y era un desconocido para sus vecinos. Perfil maniático, saltaba de un impreciso castellano al inglés o alemán, madrugador, leía el Buenos Aires Herald y estudiaba sobre la fusión nuclear.
Su hija Mónica había nacido en Bariloche a mediados de los ’50.
Tuvo un Cadillac descapotable con el que paseaba por el pueblo, frecuentando un bar cercano a la estación.
Este vecino enigmático falleció el 25 de septiembre de 1991, muchos dicen que lo hizo pobre y solo en su casa de Monte Grande y otros lo dan en Viedma, Río Negro.
Bibliografía consultada
Libro «Todo es historia en Echeverría» El libro Tomo 2 de Carlos Ángel Souza, 2012.
El Cordillerano.
Clarín.
Wikipedia.
Mundo Atómico.
*el autor es recopilador de historias regionales en Historias Echeverrianas
Qué interesante, yo vivía cerca y nunca me enteré. Busqué información del tema después de ver un informe en YouTube. Muy bueno Jorge!!!👏👏👏
Riquiísima lanla historia que tenemos y es hermoso el mantenerlas vivas. Desconocía totalmente esta situción, gracias por compartirlo.
Que facil es hacer cosas con la guita del pueblo… total si te equivocas, no es la tuya. Rica historia de como los politicos argentinos han empobrecido este hermoso pais, a costa de tantas cagadas