La muerte del Papa Francisco marca el fin de un liderazgo global que trascendió la fe, pero también deja interrogantes sobre su compleja relación con la política argentina y las tensiones que definieron su paso desde Buenos Aires hasta el Vaticano. Por Sebastián «Tecla» Farias.
La muerte del Papa Francisco marca el fin de una era en la Iglesia Católica y deja un vacío profundo en el ámbito político y social, especialmente en su tierra natal, Argentina. Jorge Mario Bergoglio, el primer pontífice latinoamericano, tuvo una relación compleja con la política argentina, marcada por tensiones, reconciliaciones y decisiones estratégicas que reflejaron su visión geopolítica.
Como Cardenal en Buenos Aires, Bergoglio fue un crítico del kirchnerismo, lo que llevó a una resistencia palpable por parte de este sector político. Sus homilías, cargadas de mensajes sobre ética y justicia, fueron interpretadas como críticas directas al gobierno de Néstor y Cristina Kirchner. Sin embargo, tras su elección como Papa en 2013, la relación con Cristina se transformó. Los encuentros en el Vaticano mostraron una cordialidad que contrastaba con los años de tensión, aunque nunca se disiparon del todo las diferencias ideológicas.
El Papa también recibió a Mauricio Macri durante su presidencia, en reuniones que reflejaron una relación distante y fría. A pesar de las diferencias políticas, Francisco mantuvo su postura de diálogo y respeto, aunque sin mostrar un apoyo explícito. Más recientemente, su interacción con Javier Milei, un presidente que lo calificó como «el representante del maligno», fue un ejemplo de su capacidad para trascender las divisiones políticas y mantener su rol como líder espiritual.
En Roma, Francisco se reunió con dirigentes gremiales, sindicales y sociales, consolidando su imagen como defensor de los más vulnerables. Estas reuniones reflejaron su compromiso con la justicia social y su habilidad para navegar en el complejo entramado político argentino sin tomar partido.
La decisión de no regresar a Argentina como Papa ha sido objeto de especulación. Algunos sugieren que evitó hacerlo para no ser utilizado políticamente en un país dividido por la grieta. Su ausencia podría interpretarse como un intento de mantener la neutralidad y contribuir a la unidad desde la distancia, evitando inclinarse hacia un lado u otro.
Francisco deja un legado de humildad, compromiso social y una visión global que trascendió fronteras. Su impacto en Argentina, aunque indirecto, será recordado como el de un líder que buscó construir puentes en un contexto de profundas divisiones.