Las historias de los pueblos, devenidos en urbes fuertes y consolidadas, muchas veces, no son tomadas bajo el indicio de los comercios, ya que estos fueron en muchas ocasiones, los que ayudaron a que las localidades puedan sumar más gente a su geografía. Por: Federico Gastón Guerra.
El 30 de enero de 1910 se puso la piedra fundamental del Templo Conversión de San Pablo de Villa Turdera. Ese es el indicio más claro que los historiadores locales han tomado como piedra de toque para esta hoy ya consolidada ciudad de Turdera.
Están impertérritos frente al progreso, de cara a la modernidad, olvidados o no tenidos en cuenta por quienes hoy compran en los grandes supermercados y ostentan pasar por delante de ellos.
En cada esquina del sur, se conserva un almacén de antaño, de esos conocidos como de ramos generales donde se conseguía de todo porque eran el único comercio del ramo.
Si bien, en los de ramos generales encontrábamos de todo, el pan de Turdera era servido por la Panadería de los Núgoli, esto se lee en una publicidad de 1912 que pertenece en estos momentos a la colección de la Familia Preti: «PRIMERA PANADERÍA. Villa Turdera de José Núgoli. Reparto a domicilio, 2060 Necochea 2080. Turdera F.C Sud. Se atienden pedidos para la campaña. La casa se encarga de hacer facturas especiales sobre pedido y todo artículo perteneciente al ramo», esto se lee en el volante de épocas.
Profundizamos la mirada en dos pintorescas ciudades del Sur. En Turdera y Adrogué nos encontramos con esquinas llenas de historias y con un valor humano incalculable, fueron estos lugares los que presenciaron en platea de lujo el avance del progreso y este devenir del positivismo moderno.
Almacenes, que en muchos casos han sido remodelados con el fin de organizar nuevos emprendimientos comerciales y que en otros casos el abandono dejó a paso a estructuras olvidadas en pleno corazón de la ciudad.
Y es precisamente Turdera, un lugar en el que los comercios dejaron huellas fuertes y duraderas.
Los boliches de antaño han sido para el pueblo naciente un lugar de historias y recuerdos, pero además, y sobre todo, un sitio para abastecerse sin tener que hacer kilómetros en el barro, para comprar en otros páramos.
Calles barrosas
La lista comienza a surgir y del arcón debemos hacer, en primer lugar honores a dos legendarios y primogénitos almacenes de ramos generales y en tren de comenzar la enumeración tenemos que hacer un parate en el boliche de Pateta, en las hoy esquinas de Avenida Hipólito Yrigoyen y Esquiú.
Fue ese almacén un clásico en Turdera durante varios años. Su dueño Benito Patetta era un hombre muy querido y por sobre todo una gran persona, al menos esto es lo que resaltaba don Manuel Severi en la Revista San Pablo de 1937: «No podemos dejar de recordar la figura de Don Benito Patetta, que con su carrito cargado de víveres cruzaba látigo en mano las calles barrosas de Turdera en esos inviernos lluviosos para llevar la yerba el azúcar y demás (…)», rememoraba Severi por ese tiempo.
“En lo de Patetta yo compraba de todo, pero siempre llevaba azúcar y yerba. El era muy bueno ya que cada vez que iba me regalaba unos caramelos y me iba contento para las casas», me relató hace años Ricardo Iberra, un asiduo comprador del almacén.
“Yo recuerdo que subiendo la escalera de la estación de Turdera, esa escalera de escalones anchos y bajitos, salías al puente sobre Hipólito, y frente había una esquina que fue el viejo almacén de Patetta creo, y en los ’70 lo tunearon tipo castillo e hicieron un boliche bailable al que solía ir (año 75- 76)”, recuerda Emilce Fabiano en el Facebook Turdera en la historia.
Mientras el almacenero hacía los paquetes una grapa en esas mesas sin manteles era la compañía ideal. Una charla con otros hombres que deambulaban por el local era lo que complementaba la visita al «de ramos generales «.
Suelto
Tiempos donde todo se vendía suelto, desde el aceite hasta el vino; el azúcar se vendía en papel madera y la yerba también al peso.
Un trato amable entre el almacenero y el cliente era lo que acercaba al comprador y vendedor en esos años de casa sin ochava y palenques para atar los caballos en la puerta de cada almacén.
En el cuadernillo que se les regalaba a los compradores de cada lote en Turdera, en los albores de 1910, figura un párrafo que parece ser toda una curiosidad: «Con los primeros ladrillos se levantó un vasto edificio, destinado á corralón de materiales y maderas que es comercialmente conocido como El Hornero. Al mismo tiempo se construía otro edificio para ferretería, bazar, almacén café y juego de bochas «.
Imágenes, Paseo Turdera