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En 1879, Lomas de Zamora hizo punta en combatir a las langostas

Crearon un cerco de chapas que, luego, lo utilizaron en todo el país. Por: Federico Gastón Guerra*

Cansados de las invasiones de langostas que devoraban todo a su llegada, los quinteros lomenses un 16 de enero 1897 «inventan» el cerco de chapas que luego se emplea en el país.

En el libro “Historias insólitas de la Argentina”, el investigador Daniel Balmaceda puntualiza que «al ranking de las paredes históricas -la Gran Muralla China, el Muro de Berín y el Muro de los Lamentos de Jerusalén- se suma el muro de chapa de zinc de Lomas, Banfield y Temperley”.

Las langostas invadían cada año los campos lomenses y no había forma de eliminarlas. Si hasta se llegó a formar la Comisión Popular de Defensa contra la Langosta.

La comisión lomense enseguida comunicó “la satisfacción de ver coronados por el éxito más completo, sus esfuerzos para impedir la devastación de las quintas y chacras” de Lomas de Zamora. Además de colocar aquellos cercos, se ocupó de “abrir zanjas y enterrar todas las langostas que se pudo arrojar en ellas», se lee en El Diario Sur.com

Tierra arrasada

Incluso se recuerda que debido a los serios inconvenientes de las langostas se inician las acciones estatales de Sanidad Vegetal en Argentina creándose la Comisión Nacional de Extinción de la Langosta en 1891 que en 1912 quedó a cargo de la Dirección General de Defensa Agrícola.

«Las veíamos llegar periódicamente desde el noroeste. Vistas desde lejos se las observaba como una gran nube oscura dando la sensación de un cielo encapotado, como cuando está por desatarse una gran tormenta», describe Romualdo De Lillo hijo en su libro De Adrogué a Mármol.

Las langostas se iban y dejaban tierra arrasada. Árboles frutales, plantaciones quintas y por qué no casas: es que la invasión no respetaba la propiedad privada y muchas, cientos o miles, ingresaban en las viviendas dando grandes sustos a quienes estaban allí.

Caseríos

«Causaban grandes estragos e incluso desovaban en las chacras, entonces para combatir a las larvas y que no salten hacia las plantaciones se colocaban estas chapas de 50 o 60 centímetros de alto. (…) Este hecho se recuerda principalmente por una invasión que se produjo en 1897», precisó el historiador Norberto Candaosa hace unos años en un artículo en el matutino LA UNIÓN.

Antes del invento lomense se las combatía cuerpo a cuerpo con palas, azadas, humo, zanjas, baldes de agua, golpes con cacerolas y más.

«Las localidades eran pequeñas. Había mínimos caseríos en torno a la estación», explica De Lillo quien agrega en sus escritos que la última invasión se dio por 1936 o ’37.

*el autor es periodista, escritor, historiador e investigador

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