
A veces pienso en esa frase de Perón que decía: “Primero la Patria, después el Movimiento y luego los hombres.” Hoy siento que ese orden se rompió. No sólo en la política, sino también en el mundo gremial, empresarial y social. Por: Marcelo Pagano, dirigente de la Mesa de Comercio e Industria del Grupo Pueyrredón.
Hay una crisis dirigencial profunda, donde muchos dejaron de representar lo que alguna vez fueron. Tenemos presidentes de Cámaras que ya no tienen comercio o industrias, dirigentes sindicales que hace años no pisan un taller, y empresarios que se olvidaron de lo que significa arriesgar, producir o pagar un sueldo.
Y entonces la pregunta es inevitable: ¿Cómo pueden defender lo que ya no viven? Por eso creo que esta crisis no es sólo institucional, es moral y de identidad.
El “yo” se impuso sobre el “nosotros”.
El cargo se volvió más importante que la causa.
Y el poder, más importante que el propósito.
Yo elijo pensar distinto.
Creo que hay que volver a representar desde el ejemplo, no desde el título. Volver a sentir lo que vive el que trabaja, el que produce, el que estudia, el que se levanta temprano.
Porque una cámara sin comerciantes, un sindicato sin trabajadores, o un dirigente sin valores, son estructuras vacías.
La reconstrucción empieza cuando volvemos a pertenecer a lo que decimos representar. Es tiempo de dejar de hablar desde arriba y volver a mirar a los ojos.
El “nosotros” es el único camino posible.
Y si no lo recuperamos, ninguna institución, por más nombre que tenga, no va a tener alma. Hace un año asistí a una asamblea de una Federación de la Provincia de Buenos Aires. Fui con la expectativa de escuchar ideas, propuestas, ganas de empujar entre todos… pero salí con una mezcla de tristeza e indignación.
El tema central del debate era cómo iban a sostener las Cámaras sus ingresos ahora que muchos comercios y asociados pagaban menos impuestos por ventanilla, reduciendo las regalías que antes cobraban por ese servicio.
Escuchaba y no lo podía creer.
No hablaban de cómo ayudar a los que producen, ni de cómo mejorar las condiciones de trabajo o impulsar la actividad. Hablaban de cómo mantener su comodidad.
En ese momento entendí que estaba frente a falsos dirigentes, puestos con el dedo,
sin representación real, sin pisar la calle, sin sentir lo que sus representados viven todos los días.
Esa gente no se daba cuenta de lo que estaba pasando ni de lo que venía. No estaban perdiendo plata, estaban perdiendo legitimidad.
Y eso es triste.
Triste como ver a quien dice representarte firmar un aumento en la Tasa de Higiene y Seguridad sin importarle total a él no se la cobran porque no tiene comercio. Si no vive lo que vos vivís, ¿cómo va a entender tu esfuerzo?
Por eso creo que la única salida es ponernos en acción pacíficamente. No para repetir los errores de quienes nos llevaron a esto, sino para hacer lo que hace falta para salir de esto.
En la mejora continua —y lo aprendí de mi trabajo— el que más valor aporta es el que hace, el que está en el frente, porque es quien conoce de verdad lo que está mal. Y es hora de que los que hacen, los que producen, los que trabajan, empiecen a tener voz otra vez.
No para imponer, sino para reconstruir.
Volver al “nosotros” no es una consigna, es una necesidad.
Porque cuando los que hacen vuelven a participar, los que solo se acomodan empiezan a desaparecer.