
En 1957 se llevo a cabo una Asamblea Constituyente para reformar la Constitución Nacional, donde, a instancias de Crisologo Larralde, se incorpora el artículo 14 bis por el cual se le daba rango constitucional a los Derechos de los Trabajadores. Desde ese avance social, a las propuestas actuales de eliminar la indemnización y precariedad laboral actual, hay un abismo histórico y cultural.
Una columna de opinión por parte de Fabio Abraham, analista político, Exsecretario de Gobierno, Exconcejal de Lomas de Zamora y dirigente del radicalismo.
Ni hablar del salario mínimo vital y movil de Arturo Illia o la participación en las ganancias a, en estos años, donde trabajar de sol a sol alcanza solo para la primer quincena.
Del «fifty fifty» de Perón 1973, donde se pretendía 50% de la rentabilidad para los trabajadores y 50% para los empresarios, al 2023, mas de 80% para los empresarios y un poco menos de 20% para los trabajadores.
A todo esto se le suma la incapacidad de la política para generar trabajo o inversiones en el sector productivo.
Si analizamos la lamentable y tenebrosa alternancia en nuestra democracia, que oscila entre la bicicleta financiera y el capitalismo de amigos y como si fuera un juego siniestro, ofenden la inteligencia del pueblo, acusándose unos a otros de derechistas e izquierdistas, mientras tanto este último año, se incrementó 1% más para los empresarios y 1% menos para los trabajadores, pero el sector empresarial no deja de quejarse.
Proponer flexibilizar las leyes laborales y eliminar la indemnización, significa generar y agrandar la pobreza, fomentar el trabajo en negro y por consiguiente sepultar definitivamente las esperanzas de la mayoría del pueblo argentino, terminando con la movilidad social ascendente, que garantizaba el bienestar de nuestros hijos.
No hay mejora en la calidad de vida de la gente, sin discutir un plan económico que incluya la redistribución de la riqueza. Esto no es comunismo, sino estado de bienestar, con el que se benefició la mayoría del pueblo argentino hasta la década del 80.
Muchos hijos y nietos de trabajadores que fueron beneficiados por el estado de bienestar y por la educación publica de entonces, reniegan de este sistema, como si vinieran de la vieja oligarquía.
La falta de discusión seria, honesta y responsable en la mayoría de los candidatos, sumada a propuestas muy disfrazadas, pero que esconden ajustes, pronostican mas enfrentamientos que erosionarán nuestra democracia, algo que debería sacudir la preocupación de todos.