
Decenas de altares en edificios públicos de la Capital Federal recordaron este viernes el 73° aniversario del fallecimiento de Eva Duarte de Perón, en un emotivo homenaje impulsado por trabajadores y trabajadoras del Estado. La iniciativa destacó la vigencia de la figura de Evita como faro de justicia social y solidaridad en tiempos complejos.
El monolito de Avenida Martín García y Ruy Díaz de Guzmán, erigido apenas cinco meses después de la partida física de Evita, fue uno de los epicentros de este recordatorio. En este emblemático lugar, se encendió una vela, se depositó una flor y se alzó un altar, congregando a quienes aún hoy sienten su legado.
Entre los presentes se encontraba Roberto, un vecino de Palermo que, con voz temblorosa, compartió su recuerdo de los bombardeos a Plaza de Mayo, siendo él un niño. Su respuesta a la invitación de decir unas palabras resonó con la célebre frase: «Mejor que decir es hacer», antes de murmurar que «los enemigos son los mismos, los imperialistas». Un amigo de Roberto, que se presentó como comunista, se unió al homenaje, demostrando que la figura de Evita trasciende ideologías.
La emotiva escena se replicó en más de treinta edificios públicos de la ciudad. En los Talleres Protegidos de Salud Mental, herederos de la Fundación Eva Perón, los pacientes pidieron ser fotografiados junto a su imagen, «formando parte» de esta conmemoración. Este gesto adquiere un profundo significado, subrayando la conexión de Evita con los sectores más vulnerables.
Los altares, más allá de ser un espacio de honra, pedido y agradecimiento, afirman una voluntad colectiva: la de que la historia de la lucha por los «nadies» no sea olvidada y siga siendo un faro en el presente.
Romina Piccirillo, Secretaria de Comunicación de ATE Capital, reflexiona sobre la importancia de estos homenajes en un mundo que a menudo «premia al cínico, al egoísta». Para Piccirillo, los altares son «una grieta en la lógica de la desesperanza», una señal de quienes aún creen en la justicia social y la solidaridad frente a la «intención firme, recurrente y despiadada de quitarnos todos nuestros símbolos, ideas y valores».
«Santa Evita no es un símbolo congelado. Es lucha viva», afirma Piccirillo. Por ello, 73 años después de su partida, se vuelve a ella «en cada rincón donde se pelea por trabajo, por justicia, por memoria». El homenaje resuena con la frase de Perón en tiempos de persecución: «La tarea del pueblo es no dar tregua a la tiranía», reafirmando la continuidad de la lucha con todas las herramientas disponibles.