
Son las primeras horas del 7 de agosto y ya se abrieron las puertas del santuario de San Cayetano en Liniers. Miles de personas esperaban desde temprano, en fila, con estampitas, velas y promesas. La escena se repite cada año, pero esta vez tiene un peso: la fe popular se convierte nuevamente en mensaje político, en un país donde el trabajo escasea y la esperanza se organiza. Por: Sebastián «Tecla» Farias.
La fila serpentea por las calles del barrio. Hay quienes llegaron ayer, quienes no durmieron, quienes vienen desde el conurbano profundo. No solo buscan bendición: buscan respuestas. Porque pedir trabajo en Argentina ya no es solo un acto espiritual, es una forma de decir “acá estamos”, frente a un modelo que los excluye. La jornada recién empieza, pero ya se siente el clima: devoción, bronca, dignidad. Y detrás de cada rostro, una historia que no entra en los discursos oficiales.
San Cayetano como termómetro social
Este año, la peregrinación se entrelaza con la movilización política. La UTEP, la CGT, las CTA y decenas de organizaciones sociales marcharán desde Liniers a Plaza de Mayo bajo el lema “Pan, Paz, Tierra, Techo y Trabajo”. No es solo una consigna: es un programa de emergencia frente al ajuste. La Iglesia también marcó posición. El mensaje del Episcopado fue claro: “Cuidar el empleo debe ser prioridad indeclinable”. Y en ese tono, San Cayetano se vuelve símbolo del trabajo negado, del pan ausente, de la paz quebrada.
Mientras tanto, en el Congreso…
En paralelo, durante la madrugada, la Cámara de Diputados sigue sesionando. Se debaten proyectos que impactan directamente en la vida de quienes hoy peregrinan: presupuesto, empleo, economía popular. La simultaneidad no es casual: la calle y el recinto se miran de reojo, como dos dimensiones de una misma crisis. La imagen es potente: mientras miles caminan por fe y necesidad, los representantes discuten leyes que podrían aliviar —o agravar— esa realidad. ¿Escucharán?
La fe que madruga no espera milagros: exige políticas. Y en esta madrugada de promesas y silencios, la fila frente al santuario es también una fila frente al Estado. Lo que pase hoy no será solo una procesión: será una señal. Porque cuando la política se aleja, el pueblo se organiza. Y cuando el trabajo falta, la devoción se vuelve resistencia.