
El tablero político del conurbano bonaerense se agita, y una de las jugadas que más ruido genera en el oficialismo es la confirmación de que Jorge Ferraresi, intendente de Avellaneda, encabezará la lista de candidatos a concejales en su distrito. Esta movida, lejos de ser una sorpresa para los conocedores del entramado peronista, reinstala una vieja y controvertida figura: la de la candidatura «testimonial». Por: Sebastián «Tecla» Farias.
La figura del «testimonial» no es nueva en el panorama electoral argentino. Nació de la necesidad de los partidos de traccionar votos para sus listas legislativas utilizando la popularidad de figuras fuertes que, sin embargo, no tienen intención real de asumir el cargo para el que se postulan. Su origen se remonta a épocas donde el arrastre de una figura de renombre era clave para sumar puntos a la totalidad de la boleta. Estos candidatos aportan su nombre, su imagen y su capital político, sabiendo de antemano que, una vez finalizados los comicios, renunciarán a su banca o simplemente no asumirán, permitiendo que corra la lista.
Un antecedente notorio de esta metodología se dio años atrás, cuando Daniel Scioli, siendo gobernador de la provincia de Buenos Aires y presidente del Partido Justicialista (PJ), propuso esta misma estrategia a los intendentes de su espacio. Recuerdo vívidamente una reunión en una gran carpa en Lanús, donde los jefes comunales estaban reunidos con el entonces gobernador. El «chiste» que corría en ese momento entre bambalinas era: «muchos caciques en una sola carpa», reflejando la complejidad de alinear a tantos líderes territoriales bajo una misma estrategia. Scioli buscaba, con esa propuesta, fortalecer las listas en sus distritos con el peso de los intendentes, asegurando una buena performance para el PJ en la legislativa de medio término.
La jugada actual de Ferraresi y el efecto dominó
La lógica hoy es la misma, aunque no exenta de riesgos. Ferraresi, con su peso territorial y su reconocida trayectoria, busca traccionar votos para la boleta del oficialismo, fortaleciendo la performance del espacio en un distrito clave de la Tercera Sección Electoral. Su objetivo no es ocupar la banca en el Concejo Deliberante, sino regresar a la intendencia una vez cumplida la elección. Una estrategia que, si bien busca capitalizar la imagen de figuras fuertes, a menudo es criticada por el electorado al percibirse como una utilización de la lista más que un compromiso real con el rol legislativo.
La cuestión se profundiza al observar que esta metodología podría no ser un caso aislado. Las miradas se posan ahora sobre otros «barones» del conurbano, históricos y con peso propio, como Mario Secco en Ensenada y Juan José Mussi en Berazategui. Si estos experimentados jefes comunales se sumaran a la lógica testimonial, el mensaje político sería potente: una demostración de fuerza del peronismo que apela a sus bases más leales, movilizando a sus figuras más reconocidas para blindar la elección. Sería, en definitiva, una apuesta por el arraigo territorial y la lealtad partidaria frente a un escenario electoral complejo.
Ferraresi y el peso de «La Eva Perón» en el ajedrez provincial
Pero la decisión de Ferraresi trasciende el límite de Avellaneda. Su movimiento no solo busca asegurar votos para la lista de concejales, sino que también determinará el peso y la proyección de los dirigentes de su espacio, «La Eva Perón», en otros distritos del conurbano y, por extensión, en la órbita provincial. La desconfianza está en la lapicera que vaya rubricando nombres en los distritos. Siendo que los intendentes tendrían «la parker», de lado deberían quedar, al menos en la región, de lado las tensas internas en el otrora Frente de Todos, hoy Fuerza Patria, donde conviven -unidos con alambre- diversas vertientes del kicillofismo, La Cámpora, el massismo, los movimientos sociales–, cada ficha que se mueva tendría un impacto directo en el delicado equilibrio de poder que se viene una vez restructuradas las nóminas que vencen para presentarse en la medianoche del próximo sábado.
La capacidad de Ferraresi para influir en la conformación de listas y la presencia de sus aliados en otros municipios, o incluso en la Legislatura provincial, estará directamente ligada al éxito de esta jugada. Si la estrategia testimonial funciona y logra los resultados esperados, el intendente de Avellaneda y su espacio verán robustecido su poder de negociación y su relevancia en el entramado político bonaerense. Por el contrario, un resultado que no cumpla las expectativas podría debilitar su posición y abrir nuevos frentes en la ya compleja interna.
En definitiva, la candidatura de Jorge Ferraresi es más que un simple encabezamiento de lista; es una declaración de intenciones, una puesta a prueba de una estrategia electoral con historia y, sobre todo, una jugada clave en el ajedrez que definirá los pesos y contrapesos del poder en la provincia de Buenos Aires. El juego está en marcha, y las miradas atentas esperan los próximos movimientos.