Triple femicidio narco en el conurbano: la violencia que oculta la cocaína de la élite

Tres chicas fueron asesinadas en Florencio Varela tras “mexicanear” un cargamento de cocaína. El crimen, transmitido en vivo, expuso no solo la crueldad narco, sino también la hipocresía de una sociedad que romantiza el consumo de élite mientras naturaliza la muerte en los márgenes. Entre el glamour de las fiestas y el horror de crímenes, la cocaína sigue siendo símbolo de poder, castigo y silencio. Por: Sebastián «Tecla» Farias.

Tres chicas del conurbano fueron asesinadas por “mexicanear” un cargamento de cocaína. El crimen fue transmitido en vivo, con mutilaciones y sadismo. Pero no fue solo un hecho policial. Fue un ritual. Un mensaje. Un espejo.

La cocaína pura no es solo una sustancia, es un símbolo: representa el éxito, el ascenso, el poder. Se consume en camarines, despachos, fiestas privadas. Se trafica en barrios empobrecidos. Se disputa con sangre. Se castiga con tortura.

El académico Juan Gabriel Tokatlian señala que “medimos fracaso como éxito; perseguimos pibes mientras los carteles lavan en countries”, dejando en evidencia una doble moral que protege el poder económico mientras criminaliza a los sectores populares.

Y cuando Brenda, Morena y Lara cruzaron la línea, el castigo no fue penal. Fue ejemplar. Fue espectáculo. Fue femicidio.

¿Por qué femicidio?

No basta con decir “crimen narco”. Este triple asesinato tiene una dimensión de género que no puede ser ignorada. Las chicas fueron ejecutadas con saña, expuestas como trofeos, convertidas en mensaje. El cuerpo femenino fue disciplinado, castigado, descartado.

En el universo narco —como en otros sistemas patriarcales— las mujeres ocupan roles subordinados. Cuando se desvían, el castigo no es solo penal: es ritual. Y ese ritual tiene género.

Nombrarlo como femicidio narco no es exagerar. Es visibilizar. Es entender que el poder también se construye sobre cuerpos feminizados. Y que la justicia —si llega— debe reconocer esa dimensión.

Narcotráfico, violencia y el fantasma del narcoestado

El triple femicidio narco no es un hecho aislado. Es parte de una trama que se expande en silencio: la del narcotráfico como actor territorial, disciplinador y violento. En Rosario, la guerra entre bandas dejó más de 200 homicidios en lo que va del año. En el conurbano, los ajustes de cuentas, las desapariciones y los crímenes rituales ya no responden solo a lógicas delictivas: responden a lógicas empresariales.

El Observatorio de Prevención del Narcotráfico advierte que hay zonas liberadas, circuitos de lavado en countries, y vínculos entre organizaciones criminales y estructuras estatales.

El narco no solo disputa territorio: disputa sentido. Reemplaza al Estado donde no llega, ofrece trabajo donde no hay, castiga donde no hay justicia.

El fantasma del narcoestado ya no es solo una hipótesis. Es una posibilidad que se filtra en cada crimen sin resolver, en cada policía que mira para otro lado, en cada funcionario que negocia silencio. Y mientras se romantiza el consumo de élite, se naturaliza la violencia en los márgenes.

La cocaína como fetiche cultural

En el imaginario pop, la cocaína es la droga “limpia”. No tiene el estigma del paco ni la marginalidad de la pasta base. Es la sustancia de los que “llegaron”: empresarios, artistas, influencers. Se la nombra en canciones, se la exhibe en series, se la desliza en discursos.

Para Carlos Damín, toxicólogo del Hospital Fernández, “la cocaína no distingue clase social. Pero el consumo recreativo se romantiza, mientras los sectores populares se desangran.” Esta frase subraya la hipocresía social que blanquea a la droga de élite y esconde las tragedias que provoca en barrios vulnerables.

Es parte del relato meritocrático: el que puede, consume. El que no, muere.

Pero esa pureza es mentira. Cada línea aspirada en Puerto Madero tiene detrás una red de reclutamiento, disciplinamiento y muerte en Florencio Varela. Cada fiesta con “calidad premium” se sostiene con pibas enterradas en patios de tierra.

Radiografía del consumo en Argentina

Argentina es el segundo país con mayor consumo de drogas psicoactivas en la región. El Observatorio Argentino de Drogas confirma que el consumo de cocaína está arraigado en sectores de alto poder adquisitivo, pero los trastornos se concentran en barrios vulnerables.

La producción global de cocaína creció un 34% en un año, y Argentina es considerada un corredor clave hacia Europa. En San Juan, se realizan hasta tres allanamientos semanales con hallazgos de cientos de dosis, incluso en hogares con menores involucrados.

El psicoanalista José Abadi sostiene que “la adicción es el emergente de un conflicto social. La cocaína es la solución equivocada que ofrece el sistema,” apuntando a una problemática estructural que excede lo individual.

Drogas de descarte y nuevas sustancias: el otro lado del mapa

Mientras la cocaína se romantiza en camarines y despachos, otras sustancias se distribuyen como descarte en los márgenes. El paco —pasta base de cocaína— sigue siendo la droga más devastadora en barrios vulnerables. Su bajo costo y alta toxicidad lo convierten en una trampa mortal: genera daños físicos, psíquicos y sociales irreversibles. En zonas del conurbano, el consumo comienza antes de los 15 años y se vincula con circuitos de violencia, abandono y criminalización.

A la par, crece el mercado de drogas de diseño y nuevas sustancias psicoactivas (NSP). En Rosario, Córdoba y CABA se han incautado compuestos como MDMA, 2-CB (cocaína rosa), ketamina, LSD y metanfetamina, muchas veces distribuidos en fiestas electrónicas o por apps encriptadas.

Estas sustancias se comercializan como “legales” o “experimentales”, lo que dificulta su control y aumenta su peligrosidad. El Ministerio de Seguridad reconoció en septiembre que las NSP representan una amenaza seria para la salud pública y la seguridad ciudadana.

Estas drogas no tienen glamour ni relato pop. No aparecen en series ni en canciones. Pero están ahí, en los cuerpos descartables, en los barrios sin red, en los hospitales sin recursos. Y mientras se habla de “libertad de consumo”, miles de pibas y pibes quedan atrapados en un sistema que los ofrece como carne de cañón.

Políticas de prevención: ¿hay respuesta estatal?

En 2025 se sancionó la Ley de Emergencia Nacional en Consumos Problemáticos, pero su implementación es parcial. SEDRONAR reconoce que solo una fracción de quienes padecen dependencia accede a tratamiento.

El Observatorio de Prevención del Narcotráfico denuncia que grandes zonas han quedado liberadas a mafias narcos, y que el Estado cede territorio simbólico y real.

¿Y ahora qué?

El triple femicidio narco no puede ser solo una noticia. Tiene que ser una interpelación. A los discursos que romantizan. A los consumos que anestesian. A los silencios que habilitan.
Porque si no desarmamos el relato de la cocaína como símbolo de poder, vamos a seguir enterrando pibas y pibes.

Fuentes:

Observatorio Argentino de Drogas, SEDRONAR
Informe Mundial sobre Drogas 2025, UNODC
Ministerio Público Fiscal de San Juan
Ley de Emergencia Nacional en Consumos Problemáticos, Boletín Oficial
Observatorio de Prevención del Narcotráfico (OPRENAR)

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