
Brenda del Castillo, Morena Verdi y Lara Gutiérrez fueron encontradas asesinadas en Florencio Varela. Tenían 20, 20 y 15 años. Las habían visto por última vez en La Tablada, subiendo a una camioneta. Cinco días después, sus cuerpos aparecieron enterrados en una casa alquilada para una fiesta. El caso se investiga como un triple femicidio vinculado al narcotráfico. Por: Sebastián «Tecla» Farias.
Mientras algunos medios discuten si ejercían prostitución, si venían de “familias rotas”, si “algo habrán hecho”, el foco se corre. Se las juzga. Se las estigmatiza. Se las vuelve a matar en cada titular. Pero Brenda, Morena y Lara no murieron por ejercer la prostitución. Murieron en un país que les soltó la mano.
En Argentina hay un femicidio cada 36 horas. Pero no todos se nombran. No todos se investigan. No todos se lloran. Y cuando las víctimas son jóvenes, pobres, del conurbano, el silencio se vuelve cómplice. La prostitución, en muchos casos, no es una elección libre, sino una respuesta desesperada en un entorno que no ofrece otra cosa. Un entorno donde el Estado se retiró, donde las redes de cuidado fueron desmanteladas, donde las políticas de género fueron eliminadas y donde el discurso oficial habilita la crueldad.
La trama narco detrás del crimen no es nueva. La explotación de pibas por redes criminales se viene dando hace años, en barrios donde la precariedad es norma y la impunidad circula con uniforme o con micrófono. No es un fenómeno exclusivo de este momento, pero sí se agrava cuando se desarman los dispositivos de prevención, cuando se recorta el presupuesto, cuando se criminaliza la pobreza y se naturaliza la violencia.
Brenda, Morena y Lara eran jóvenes. Eran amigas. Eran parte de las miles de pibas que viven en situación de vulnerabilidad extrema, sin acceso a oportunidades, con entornos que no ofrecen otra salida que la supervivencia. Hoy, sus nombres duelen. Y su muerte exige justicia.
No romantizar la prostitución no significa criminalizarla. Significa entender que muchas veces es síntoma de un sistema que falla. Y que el Estado debería estar ahí: con políticas públicas, con alternativas reales, con presencia territorial. No con recortes, silencio y discursos que habilitan el “algo habrán hecho”.
El abandono no es una metáfora. Es una política. Y el patriarcado, cuando se institucionaliza, mata. Justicia por Brenda, Morena y Lara.