Salió por primera vez en mayo de 1919 con una portada donde se ven chicos de colegios de la Capital Federal desfilando.
Por: Federico Gastón Guerra, periodista, escritor, investigador e historiador
Va de un tirón. De otra manera sería imposible escribir unas líneas sobre la nostalgia que deja saber que El Gráfico ya no estará más en los kioscos argentinos (aunque ya desde 2002 perdió su frecuencia semanal y pasó a ser mensual). Mi adolescencia fue al lado de esta publicación como los jóvenes de hoy se apegan a sus tablets y celulares. Esperaba cada martes para correr a comprarla o se la pedía a mi papá quien recorría varios puestos, en muchas ocasiones, para conseguirla.


Tengo la sospecha que en esas notas y en esas fotos nació mi profesión por el periodismo. Tarea que abrazo desde que me preguntaban: “Qué querés ser cuando seas grande”. Hasta tengo algunas colecciones encuadernadas y varios números de aquellos de los primeros años o de décadas pretéritas que atesoro como en cofres de la memoria eterna.
Pero dicen que son otros tiempos, y es cierto, hoy la vida es veloz. El WiFi trae todo en el momento que ocurre y toda publicación gráfica queda añeja casi al momento de imprimirse. Yo, no obstante, resisto, tal vez tontamente, y sigo fiel al papel en casi todas sus formas. Es que ver esos títulos, bajadas y artículos en las páginas impresas tiene un sabor único, al menos para mí.
El Gráfico salió por primera vez en mayo de 1919 con una portada donde se ven chicos de colegios de la Capital Federal desfilando. Era una enorme foto y un pequeño epígrafe: “Los alumnos de las escuelas públicas de la Capital desfilan ante el Presidente de la República” (Hipólito Yrigoyen).
Al principio fueron sólo 12 páginas con fotos y epígrafes, todo muy alejado del deporte. Pero la publicación ganó lectores porque era esa una época con textos poco amenos y diagramaciones rígidas, y esta nueva forma de hacer periodismo se destacaba por un despliegue gráfico y agilidad informativa.
Mi amigo historiador Marcelo Ventieri cuenta con detalle que hasta el jugador de Temperley Feliciano Perduca fue tapa de El Gráfico 17 de julio de 1926 ya que “integró el plantel argentino que participó de los Juegos Olímpicos de Amsterdam en 1928 -torneo equivalente en jerarquía con la mundial Copa Jules Rimet- y jugó la final de ese torneo ante los uruguayos. Perduca integró el equipo nacional en siete partidos y le convirtió un gol de cabeza a El Divino Zamora, famoso arquero español”.
De sus 100 años de historia nos quedará esa inagotable fuente de inspiración de maestros periodistas devenidos en amigos de cada semana y esa sensación de leer cada siete días mosaicos deportivos de la vida misma… Ya no sale más en papel y nos obliga a decir: hasta cada recuerdo.