Cuando se habla de educación en Argentina, una de las métricas más comunes para evaluar el sistema es la cantidad de días de clase cumplidos durante el ciclo lectivo. Sin embargo, para María Virginia Calvo, especialista en educación, docente y asistente social, este enfoque numérico reduce la experiencia educativa a un simple dato estadístico, dejando de lado cuestiones esenciales como la calidad y el impacto real de esos días en la formación de los estudiantes.
«Cuando escuchamos hablar de días de clase, inmediatamente pensamos en una cantidad: un número que hay que alcanzar, superar o lamentar si no se cumplió. No es casual que estén presentados así; responde a una estrategia que reduce la oferta educativa a cifras concretas, fácilmente evaluables por la sociedad», explica Calvo.
La experta señala que este paradigma responde a una «pulsión por los resultados numéricos», algo que considera omnipresente en la gestión educativa actual. Sin embargo, advierte que esta mirada no aborda lo verdaderamente importante: «Estamos dejando de lado el debate profundo sobre cómo deberían transcurrir esos días de clase y qué tipo de experiencias educativas queremos ofrecer».
Calvo plantea una pregunta que invita a reflexionar: «¿Está siendo la escuela, en todos sus niveles y modalidades, un ámbito óptimo para el desarrollo de talentos, el estímulo de comportamientos pro-sociales y el cuidado del bienestar emocional?». Para la especialista, la respuesta debe ir más allá de alcanzar un número de días en el calendario escolar.
«Sean 189, 174 o 180 días, lo que realmente importa es la calidad de cada uno de ellos. ¿Qué tipo de jornadas están viviendo los niños, niñas y adolescentes en las escuelas? ¿Estamos construyendo un espacio que fomente su desarrollo integral o simplemente cumpliendo con un requisito administrativo?», cuestiona.
UN CAMBIO DE PARADIGMA NECESARIO
En lugar de celebrar la cantidad de días cumplidos como un logro político, Calvo propone un cambio en la narrativa: «Imaginemos un sistema donde lo que se anuncie con orgullo sea qué clase de días se están ofreciendo. Esto generaría un debate mucho más edificante y nos llevaría hacia la construcción de un modelo educativo más humanizado y transformador».
Según la especialista, un enfoque más centrado en la experiencia diaria de los estudiantes permitiría valorar aspectos que suelen quedar relegados, como el bienestar emocional, la convivencia escolar y el desarrollo de habilidades pro-sociales. «No se trata solo de aprender contenidos académicos, sino de formar personas críticas, empáticas y responsables», subraya.
Una educación humanizada
Calvo concluye con una reflexión sobre el camino que debería tomar la educación en Argentina: «Necesitamos una escuela que no solo cumpla con el calendario, sino que sea un espacio significativo, donde los días de clase sean una experiencia enriquecedora para todos los que forman parte de la comunidad educativa. Es hora de que dejemos de pensar en números y comencemos a pensar en personas».
Su llamado a la acción resuena en un momento clave para la educación nacional, cuando las cifras tienden a dominar el discurso, pero los desafíos reales exigen una mirada más profunda y transformadora.
Siempre y cuando sea por medio de un adecuado debate público para todas las personas poder estar al tanto sobre el tema, es fundamental para el desarrollo de las diferentes áreas educativas,
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