
Alberto Salvador De Lucca murió un atardecer de invierno, el 23 de julio de 2002, a los 88 años.
Por: Federico Gastón Guerra*
«Éxitos populares de multitudes, de multitudes: Alberto Castillo, gran estrella», evocó Antonio Carrizo. Con una mezcla de facciones reas y ternura impactante el cantor de los cien barrios porteños selló un estilo único en el canto de la música popular de Buenos Aires. Tanguero de ley con una ‘»voz que no se parece a ninguna otra voz», precisó Julián Centeya.
«Era un espectáculo cuando actuaba en Adrogué. Las mujeres lloraban por él», recuerdan los vecinos memoriosos del sur. Se recibió de ginecólogo en 1942 y ya con gran popularidad su consultorio se llenaba de mujeres que querías atenderse con el doctor.
«Está lista señora», preguntaba él a las pacientes que se desvestían detrás del biombo, a lo que ellas respondían: Yo sí… ¿Y usted…?» «Esas insinuaciones no me gustaban demasiado», confesó el cantor. Abandonó poco después la profesión para dedicarse de lleno al tango.
A los 15 años, ya profesional del tango, cantaba para la barra de amigos. En 1934 integró la orquesta de Julio de Caro, y en 1938 se dedicó de lleno a estudiar medicina.
Su manera de moverse en el escenario, su modo de tomar el micrófono (inclinándolo hacia los lados), su pañuelo en el bolsillo, su cuello desabrochado y su corbata floja de nudo ancho son las marcas que lo llevaron a conquistar al público femenino.
Artista del tango arrabalero entonaba en los ’40: «Que saben los pitucos, qué saben lo que es tango». Al mismo tiempo le cantaba a lo barrios porteños y exageraba con que eran cien.
“¿De qué barrio sos?”
La radio lo atrapó en 1950. En la audición de Jabón Federal, que iba por Radio El Mundo, era ídolo, hasta el punto que el refrán de esos tiempos era: «de que barrio sos que Castillo no te nombra».
Escribió las letras de los tangos: «Yo soy de la vieja Ola», «Cucusita», «Así canta Buenos Aires», «La perinola» y decena de éxitos. Fue media docena de veces a Europa, Estados Unidos e hizo giras por Latinoamérica.
Impactaba a los tangueros argentinos y uruguayos, tanto que hasta Cortázar habló de él en «La vuelta al día en ochenta mundos»: «El tango ha alcanzado un raro equilibrio, lejos del ululante `Adiós, Pampa mía’ que vendría luego con Alberto Castillo».
Burzaco
Brilló en las orquestas de Augusto Berto, Tanturi y Rodas. Y cuentan conocedores del tango que se casó con Ofelia Oneto, en Burzaco, el 6 de junio de 1945, en tiempos que ya era solista y había incorporado el candombe y el conjunto de negros bailarines.
En teatro arrasó a tal punto que la policía debía cortar la calle Corrientes cuando actuaba en el Alvear. En televisión actuó en cuanto programa tanguero existió.
En 1990, ya con tres hijos y seis nietos, fue nombrado ciudadano ilustre de Buenos Aires por el Honorable Concejo Deliberante.
Pero lejos de retirarse en 1993, con casi ochenta años de edad, grabó con «Los Auténticos Decadentes» uno de sus máximos sucesos: «Siga el baile», y conquistó a la nueva juventud.
Alberto Salvador De Lucca nació el 7 de diciembre de 1914 en Mataderos, y murió un atardecer de invierno, el 23 de julio de 2002, a los 88 años. Alberto Castillo, tal su seudónimo, nos dejó su voz y ese sabor a amistad en cada esquina porteña.
*el autor es periodista, historiador y escritor