Lo que prometía ser una jornada de alivio para el bolsillo terminó en un escenario de descontrol y presencia policial. La inauguración de la verdulería «La Nueva Luna», ubicada en el centro de Glew, convocó a una multitud tras anunciar precios «de otra época»: productos de la canasta básica a tan solo $100.
Desde las primeras horas del domingo, cientos de vecinos formaron filas de varias cuadras, lo que rápidamente derivó en incidentes por el lugar en la fila y el bloqueo total de la vía pública. Ante el desborde, se hizo presente un fuerte operativo de la Policía Bonaerense para intentar ordenar a la masa de gente que, ante la crisis económica, buscaba aprovechar las ofertas.
Del revuelo a la clausura
Sin embargo, el «boom» comercial duró poco. Horas después de la apertura, inspectores municipales se presentaron en el local y procedieron a su clausura. Según fuentes oficiales, el comercio no contaba con la habilitación correspondiente para funcionar, lo que sumó indignación entre los vecinos que aún esperaban ser atendidos.
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— DataConurbano / NET (@DataConurbano) December 22, 2025
La «fila del hambre» y el marketing de la necesidad
Lo ocurrido en Glew es una radiografía perfecta —y dolorosa— de la Argentina actual. Que la inauguración de una verdulería genere un despliegue policial digno de un partido de alto riesgo solo porque los precios son accesibles, habla menos del éxito comercial de un dueño y mucho más de la desesperación social.
Cuando el acceso a la comida se convierte en un evento masivo que requiere intervención de las fuerzas de seguridad, algo está profundamente roto. El municipio cumplió con la norma al clausurar por falta de papeles, pero la imagen queda grabada: el Estado llegando para poner una faja de clausura donde la gente encontraba un respiro al bolsillo. En la zona sur, la brecha entre la legalidad burocrática y la necesidad de llenar la olla parece estar cada vez más lejos de cerrarse.
