
Mientras la escena bonaerense gira en torno al péndulo que va del peronismo a La Libertad Avanza, pasando por los últimos reflejos del PRO y lo que queda de la UCR, una constelación se sostiene en los márgenes: la izquierda y la centroizquierda no peronista, con presencia territorial, académica y sindical. En ese universo, conviven tensiones históricas y una disputa generacional que interpela los sentidos mismos de la rebeldía y la politización. Por: Sebastián «Tecla» Farias.
Un FIT-U consolidado… con tensiones latentes
El Frente de Izquierda y de los Trabajadores – Unidad (FIT-U) articula en la provincia de Buenos Aires a cuatro partidos: el PO, el PTS, Izquierda Socialista y el MST. Con representación legislativa —como la de Guillermo Kane o en su momento Romina Del Plá— y una base militante arraigada en distritos como La Matanza, Moreno o Lomas de Zamora, el FIT-U mantiene su vigencia como alternativa clasista y anticapitalista.
Figuras nacionales como Nicolás del Caño o Myriam Bregman siguen marcando agenda, pero en el conurbano aparecen nuevas referencias: desde Natalia Hernández hasta Juan Romero, pasando por dirigentes del MST que articulan con gremios docentes, colectivos feministas y agrupaciones estudiantiles.
El desafío sigue siendo resolver las tensiones internas sobre la estrategia electoral, algo que se profundizó tras el gesto de solidaridad hacia CFK por parte de referentes del PTS e IS. Como expresó el Partido Obrero en su momento, «esa visita puede confundir a los trabajadores», abriendo un debate no menor sobre identidad y autonomía política (ver El Partido Obrero advierte sobre la solidaridad de la izquierda con CFK: “Esa visita puede confundir a los trabajadores”).
El MAS y las organizaciones emergentes
El Nuevo MAS, con Manuela Castañeira a la cabeza, mantiene su vocación de ruptura con el FIT-U y plantea una construcción paralela en clave feminista y juvenil. La referencia a agrupaciones como ¡Ya Basta! o Las Rojas, con presencia activa en universidades del GBA, muestra que el MAS apuesta a nutrirse de las capas juveniles más movilizadas, tanto en el plano universitario como en los conflictos laborales.
El cuadro se completa con organizaciones como Opinión Socialista o Rompamos el Cerco, que operan en clave más testimonial, pero que tienen injerencia real en asambleas barriales, marchas sectoriales y experiencias autogestivas.
El movimiento estudiantil como bisagra generacional
Uno de los espacios donde mejor se observa la persistencia (y transformación) de la militancia juvenil de izquierda es el universitario. El crecimiento de los frentes interfacultades, la recuperación de centros de estudiantes y la participación masiva en la movilización de abril de 2025 marcan un fenómeno que articula tradiciones trotskistas, independientes y sindicales docentes.
Sin embargo, esta efervescencia convive con una paradoja generacional: la rebeldía juvenil, históricamente asociada a las izquierdas, hoy aparece capturada en parte por el discurso libertario, especialmente de La Libertad Avanza. Como advirtió el academicista británico Mark Fisher, el capitalismo tardío no solo administra la realidad, sino «los imaginarios posibles del futuro», y eso también incide en cómo jóvenes de sectores populares comienzan a canalizar su descontento hacia narrativas antipolíticas, eficientistas o reaccionarias.
En palabras de una militante de UNLa entrevistada durante la marcha de abril: “Es raro: estamos discutiendo con pibes de 18 años que defienden a Milei con la pasión con la que nosotros hace una década defendíamos la educación pública. Y sin embargo, algo de esa pasión es la misma”.
Por su parte, Nahuel Sosa, politólogo y director de Argentina Futura, quien en estudios recientes sobre juventudes postpandemia señala que “el malestar juvenil no es apatía, sino una forma de interpelación que busca nuevas gramáticas de representación”. La bisagra entre la militancia de izquierda y el avance libertario.
La centroizquierda: fragmentos de una resistencia democrática
En una escena distinta, pero no del todo ajena, la centroizquierda no peronista también busca sostener sus espacios. Desde el Frente Amplio por la Democracia, impulsado por Ricardo Alfonsín, hasta expresiones locales del socialismo bonaerense, el clásico FORJA y Libres del Sur, hay una apuesta por reconstruir una narrativa progresista, laica y republicana que se vea menos arrastrada por el vaivén polarizante.
La figura de Martín Canay, que desde Lomas de Zamora, por ejemplo, promueve una normalización del PS bonaerense postintervención, apunta a algo más que una disputa partidaria: quiere articular una alternativa programática con eje en derechos, federalismo y ambientalismo, aunque por ahora eso se traduzca más en voluntad que en estructura.
Situación
Más que actores secundarios, estas organizaciones delinean una cartografía disidente en la provincia más poblada del país. Y aunque su impacto electoral inmediato sea limitado, su potencia está en los márgenes, en la persistencia de su práctica, y en la disputa por el sentido político de la juventud, ese terreno que ya no es, si acaso alguna vez lo fue, propiedad casi exclusiva de la izquierda y el socialismo progresista.