La calle como escenario: poder, justicia y disputa simbólica en la Argentina contemporánea

Este miércoles, Comodoro Py no será solamente una sede judicial. Será el escenario donde convergen la historia reciente, el ejercicio del poder y los símbolos que definen el pulso político del país. La presencia de Cristina Fernández de Kirchner frente al Tribunal Oral Federal, tras la ratificación de su condena, convoca a miles de militantes. Pero el acontecimiento excede largamente lo jurídico: lo que se juega allí es una escena profundamente simbólica, social y política. Por: Sebastián «Tecla» Farias.

La calle vuelve a hablar. Desde el estallido de 2001 con su grito desgarrado de deslegitimación política, pasando por las protestas y enfrentamientos durante el macrismo —con toneladas de piedra frente al Congreso—, hasta las recientes movilizaciones por la educación pública y los jubilados. La calle no es novedad, pero sí lo es el momento: un Gobierno que ha convertido el protocolo antipiquetes en política de Estado deberá garantizar esta vez que la movilización no se desmadre, conteniendo sin reprimir una expresión masiva que no conduce.

En ese marco de tensiones, el domicilio de San José 1111, CABA, —hoy residencia de Cristina— se transforma en algo más: un santuario político, un nodo de significación donde se concentran lealtades y resistencias. Es desde ahí que partirá una columna multitudinaria rumbo a los tribunales, resignificando un trayecto físico como tránsito emocional y político.

Para comprender esta escena sin caer en el reduccionismo binario, resulta útil volver la mirada hacia quienes han pensado la política más allá del presente.

La socióloga María Pía López advierte que “la calle es el lugar donde se tramita lo que no encuentra cauce institucional”. La movilización, entonces, no es mero apoyo a una dirigente: es también una interpelación colectiva a un sistema percibido como hostil o indiferente.

El historiador Ezequiel Adamovsky define la protesta en la Argentina como “un lenguaje político propio, un modo de hacerse oír cuando todo lo demás falla”. La calle, en esta clave, es gramática de ciudadanía.

A su vez, el intelectual Ricardo Forster recuerda que ciertas figuras condensan pasiones contradictorias, odios y esperanzas. Cristina es una de esas presencias que no admite neutralidad, que activa sentidos múltiples, que se vuelve disputa cada vez que ocupa el centro de escena.

Pero acaso quien más ilumina este momento sea Michel Foucault, al sostener que “el poder no se tiene, se ejerce”. En su mirada, el poder no reside en un edificio ni en una banda presidencial: circula, se encarna, se tensa. Se ejerce, y por eso también se resiste. Lo que ocurrirá este miércoles es eso: una forma de ejercicio del poder desde abajo, desde los cuerpos presentes, desde los cantos y las banderas. Una escena que no busca consenso, sino visibilidad.

La pregunta que deja esta jornada no es judicial, sino política: ¿quién narra lo que sucede? ¿Qué relato se impondrá? ¿Y qué país dibujamos a partir de esa narrativa?

Quizás ahí esté la clave: no se trata de elegir bando, sino de comprender el momento como punto de inflexión. Un hecho bisagra en una Argentina en donde la calle nunca fue simplemente el afuera del poder, sino el lugar donde este se construye, se disputa y a veces —como en los grandes virajes históricos— también se redefine.

1 Comentario

  1. Mucha gente de todos lados de todas clases sociales van y vienen a la casa de Cristina Fernandez de Kirchner, mostrando su acompañamiento dejando sus quehaceres por verla ahí saludando desde su balcón

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